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El envenenamiento por plomo no solo afecta la salud a largo plazo, también la movilidad social

Children watch lead removal
Niñas miran como operarios remueven el suelo de viviendas en la zona de Boyle Heights, en Los Angeles, en donde se hallaron altos niveles de plomo. (Mark Boster/Los Angeles Times via Getty Images)

Cynthia Brownfield tuvo suerte. Cuando una prueba mostró que su hija, entonces de 2 años, tenía niveles altos de plomo en sangre, ella pudo hacer algo.

Brownfield, pediatra en Saint Joseph, Missouri, solicitó una inspección de su casa y encontraron plomo en las ventanas. Las hizo reemplazar y también reparó las tuberías. Probablemente el plomo afectó a su hija, ahora de 12 años, dijo Brownfield. Pero la acción rápida minimizó su exposición, y ahora es una preadolescente sana y activa.

“Teníamos una situación financiera que nos permitió contratar a un fontanero y cambiar las ventanas”, dijo. Pero otros, incluso sus propios pacientes, pueden no ser tan afortunados. Y esta realidad puede tener implicaciones aún más amplias que las generalmente aceptadas.

En California, oficiales de salud están plenamente conscientes de los peligros del plomo, y los legisladores están considerando un proyecto de ley que requeriría que se le hiciera la prueba para detectar el metal tóxico, de manera rutinaria, a todos los niños de entre seis meses y 6 años.

Hallazgos publicados el martes 28 de marzo en la revista JAMA abren nuevos caminos al sugerir que los efectos de la exposición al plomo en la infancia continúan desarrollándose hasta la edad adulta, no sólo perjudicando el desarrollo cognitivo de una persona, sino también limitando potencialmente su crecimiento socioeconómico.

Específicamente, investigadores de la Universidad de Duke rastrearon a una generación de niños sobre la base de datos recopilados a través de una investigación de casi 30 años realizada en Nueva Zelanda, conocida como el Estudio Multidisciplinario de Salud y Desarrollo de Dunedin.

Los investigadores analizaron el desarrollo de más de 1,000 neozelandeses nacidos entre abril de 1972 y marzo de 1973. En ese momento, la exposición al plomo era común porque la gasolina todavía lo contenía, creando una muestra considerable que incluyó a personas de todo género y clase social. A más de la mitad de las personas del grupo analizado se le había realizado la prueba para plomo a los 11 años.

El estudio rastreó el desarrollo cerebral y la situación socioeconómica a través de los años, cubriendo un período suficientemente largo para poder analizar los efectos del plomo en la salud, explicó Aaron Reuben, aspirante al doctorado en neuropsicología en la Universidad de Duke, y autor principal del estudio.

ara el momento en el que los participantes cumplieron 38 años, se reveló un patrón: los niños que habían sufrido exposición al plomo temprano en la vida tuvieron peores habilidades cognitivas, dependiendo de cuánto había sido el nivel de exposición. La diferencia fue estadísticamente significativa. También tuvieron más probabilidades de estar en peor situación socioeconómica que aquellos que no habían estado expuestos al plomo. El estudio encontró que no importa cuál sea el Coeficiente Intelectual (CI) del niño, de la madre, o el estatus social de la familia, el envenenamiento por plomo resultó en una movilidad social descendente. Según la investigación, eso fue en gran parte gracias al deterioro cognitivo.

“Independientemente de donde empieces en la vida, la exposición al plomo en la infancia te empuja hacia abajo en tu trayectoria”, dijo Reuben.

Aunque esta investigación se estableció en Nueva Zelanda, ofrece una visión de un problema que, según los expertos, es bastante frecuente en los Estados Unidos y en todo el mundo. Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) estiman que hasta medio millón de niños entre las edades de 1 y 5 años tenían niveles de plomo en la sangre lo suficientemente altos como para causar preocupación: 5 microgramos por decilitro y más. Al menos en 4 millones de hogares en todo el país viven niños que experimentan una exposición significativa al plomo.

La crisis del agua del año pasado en Flint, Michigan, puso el problema de la exposición al plomo en el centro de la preocupación de salud pública. Mientras tanto, una investigación de la agencia de noticias Reuters publicada este invierno encontró niveles elevados de plomo en casi 3.000 comunidades en todo el país.

En California, esta investigación halló que más del 7% de los niños testeados en el vecindario Fruitvale de Oakland presentaron niveles altos de plomo en sangre. En Selma, una ciudad ubicada 15 millas al sudeste de Fresno, más del 6% de los niños que se hicieron la prueba tenían niveles altos de plomo.

En comparación, alrededor del 5% de los niños testeados en Flint mostraron altos niveles de plomo en sangre luego que se hallara que el agua potable estaba contaminada, según el informe de Reuters.

En 2012, a 650,402 niños menores de 21 años en California se le hizo la prueba para plomo, y alrededor de 13,000 de ellos -2%- tenían niveles de plomo por encima del límite considerado inseguro, según datos del departamento de Salud estatal.

Los CDC han cambiado recientemente sus directrices sugiriendo que cualquier exposición a esta sustancia química en la niñez es perjudicial, y está presionando para deshacerse de la intoxicación por plomo en los niños en 2020.

En los Estados Unidos, los niños en situación de riesgo suelen ser más pobres y de minorías raciales, en parte porque más a menudo viven en casas antiguas que tienen pintura con plomo. Esta es una gran diferencia con la población investigada, que tendió a ser blanca no hispana. Sin embargo, debido a que el estudio abarcó un período de tiempo en el cual el plomo todavía se usaba en la gasolina, la exposición que se midió abarcó a un espectro de clases más amplio.

Eso añade una consecuencia mayor a estos hallazgos, dijeron muchos.

“Los niños que son pobres, o que tienen algunos de estos otros determinantes sociales de la salud que son negativos, terminan doblemente afectados. Cualesquiera sean las consecuencias para la salud que tienen por ser pobres, a éstas se agregan las consecuencias adicionales de estar expuestos al plomo”, dijo Jerome Paulson, profesor emérito y pediatra de la Universidad George Washington. Paulson ha investigado los efectos del plomo en los niños, aunque no estuvo involucrado en este estudio.

“Si quieres hablar de ‘romper el círculo de la pobreza’, los niños que sufren la exposición al plomo probablemente tendrán más dificultades”, agregó.

Dicho esto, estas conclusiones no son perfectas. Por ejemplo, la investigación no tiene en cuenta cualquier variación en la forma en que los niños que fueron sometidos a la prueba pueden haber estado expuestos previamente al plomo, o cómo su exposición continua al plomo en la edad adulta puede haber diferido. Los que trabajaron en la construcción, por ejemplo, pudieron haber tenido una mayor exposición al plomo que los que tuvieron empleos en oficinas, señaló Paulson. Pero en general, dijo, genera un fuerte argumento sobre el impacto a largo plazo de la exposición al plomo en la infancia.

Pennsylvania, Maryland y Massachusetts, que tienen ciudades con áreas concentradas de viviendas antiguas, han identificado el envenenamiento por plomo como un importante peligro para la salud infantil. Los CDC también han adoptado la “prevención primaria”: verificar si las viviendas tienen plomo y eliminarlo antes de que la gente se mude y se exponga a sus riesgos. Sin embargo, la obtención de recursos para verificar la presencia de plomo, la prueba y la reducción del químico plantea su propio conjunto de desafíos.

El estudio de JAMA ilustra, en parte, una de esas dificultades. El envenenamiento por plomo ocurre durante años, no de un día para otro. Así que demostrar el impacto, aunque en última instancia sea significativo, es difícil de hacer.

“La prevención no genera mucha emoción. Si impide que algo suceda, es una cosa maravillosa, pero es difícil de medir y de tener crédito por eso”, dijo David Bellinger, profesor de neurología de la Escuela de Medicina de Harvard y profesor del departamento de salud ambiental de la escuela de salud pública de la universidad. Bellinger escribió un comentario que se publicó en JAMA junto con el estudio.

Y generalmente el financiamiento para tales programas es poco confiable, dijo Donna Cooper, directora ejecutiva de Public Citizens for Children and Youth, una organización sin fines de lucro con sede en Pensilvania que aboga por los jóvenes. Por ejemplo, los planes presupuestarios iniciales de la Casa Blanca impulsarían algunos fondos para la reducción de plomo, pero reducirían otras donaciones usadas para propósitos similares. Y para muchos estados, dijo, incluso lo que ya está disponible no es suficiente para cubrir el alcance de la preocupación.

“Tenemos una guía muy clara de los CDC sobre lo que se debe hacer, y no hay dinero para respaldarla”, dijo Cooper. “Va y viene con los titulares”.

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