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Abuelos que pasan hambre: el país fracasa en alimentar a los más vulnerables

El veterano del ejército Eugene Milligan tiene 75 años y está ciego. Usa una silla de ruedas desde que perdió parte de su pierna derecha a causa de la diabetes, y recibe diálisis porque tiene falla renal.

Además, ha estado luchando por conseguir comida.

A principios de año, terminó en el hospital luego de quemarse mientras calentaba agua para prepararse cereal. Su larga internación causó que al veterano de Memphis lo sacaran de la lista de la organización caritativa Meals on Wheels, que reparte comida a domicilio. Por eso, tuvo que depender de otros, de su hijo, de una generosa enfermera en sus horarios libres, y de una iglesia local, para que le llevaran comida.

“Muchas veces siento que me estoy muriendo de hambre”, dijo. “Tengo vecinos que también necesitan alimentos. Hay personas en la diálisis que necesitan comida. Hay hambre en todas partes”.

Millones de adultos mayores en todo el país pasan hambre en silencio, mientras la red de seguridad diseñada para ayudarlos se desmembra. En 2017, cerca del 8% de los estadounidenses de 60 años y más vivían en una situación de “inseguridad alimentaria”, según un reciente estudio del grupo Feeding America, que lucha contra el hambre. Esto significa 5.5 millones de seniors que no tienen un acceso consistente a suficientes alimentos para una vida saludable, una cifra que se ha más que duplicado desde 2001, y que se espera siga aumentando a medida que crece la población mayor.

Mientras la crítica situación de niños que pasan hambre genera apoyo y puede abordarse en las escuelas, la difícil realidad de los adultos mayores hambrientos está marcada por el aislamiento, y el orgullo de una generación.

Uno de los principales programas federales para ayudar a los adultos mayores está muriéndose por dinero. El Older Americans Act, aprobado hace más de medio siglo como parte de las reformas sociales promovidas por el presidente Lyndon Johnson fue enmendado en 1972 con la meta de que todos los adultos de 60 años y más recibieran comida a domicilio o en grupo. Pero sus fondos quedaron muy relegados ante una población mayor en crecimiento, y por la inflación económica.

Las comidas a domicilio y grupales han disminuido en casi 21 millones desde 2005, según un análisis de datos federales de Kaiser Health News. Solo una fracción de los que viven con inseguridad alimentaria recibe servicios de comidas bajo el acta; un informe de la U.S Government Accountability Office que analizó datos de 2013 halló que el 83% no recibe nada.

Con el acta a punto de expirar el 30 de septiembre, el Congreso está ahora mismo considerando su reautorización y cuánto gastar de ahora en adelante.

Mientras tanto, según el Departamento de Agricultura, solo 45% de los adultos de 60 años y más que son elegibles se han inscripto para recibir otro tipo de ayuda federal, como SNAP, el programa de cupones de alimentos para los estadounidenses más pobres. Muchos piensan que no califican, consideran que el servicio es mínimo, o ya no pueden ir a una tienda para usar los cupones.

Incluso menos seniors podrían tener este beneficio en el futuro. Más del 13% de los hogares que usan SNAP con miembros mayores podrían perderlo bajo una propuesta reciente de la administración Trump.

Por ahora, millones de adultos mayores, especialmente los de bajos ingresos, no tienen nada. Alrededor del país, las esperas para recibir las comidas de Meals on Wheels, una red de 5,000 programas basados en la comunidad y un proveedor crucial de comidas para adultos mayores, son frecuentes. Por ejemplo, en Memphis, la espera para recibir comidas de Meals on Wheels regularmente es de más de un año.

“Es realmente triste porque una comida no es algo costoso”, dijo Sally Jones Heinz, presidenta y CEO de la Metropolitan Inter-Faith Association, que provee comidas a domicilio en el área de Memphis. “Así no es como deberían ser las cosas en 2019”.

Esto deja a millones de adultos mayores sin una provisión de comida consistente y nutritiva, y muchos terminan en hospitales porque la malnutrición exacerba enfermedades y previene la sanación. Esto eleva los costos de Medicare y Medicaid, impactando en los que pagan impuestos con cuentas más altas. Un análisis reciente del Bipartisan Policy Center encontró que Medicare podría ahorrar $1.57 por cada dólar gastado en comidas entregadas a domicilio en adultos mayores con enfermedades crónicas después de una hospitalización.

La mayoría de los hospitales no refieren a los adultos mayores a Meals on Wheels, y defensores dicen que muy pocas aseguradoras se involucran para asegurar que los seniors tengan suficiente comida para mantenerse saludables.

Edwin Walker, secretario asistente adjunto de la U.S. Administration on Aging, reconoce que las largas esperas son un problema de larga data, pero dijo que 2.4 millones de adultos mayores al año se benefician de las comidas a domicilio o grupales del Older Americans Act, permitiéndoles mantenerse independientes y saludables.

Aun así, algunos se escapan por las grietas. Robert Mukes, viudo de 71 años, murió de hambre en un frío día de diciembre de 2016, solo, en su apartamento de Cincinnati.

El forense calificó la causa principal de muerte como “inanición de etiología desconocida”; los registros de defunción muestran que el hombre de 5 pies 7 pulgadas pesaba solo 100.5 libras.

Un asesino lento

James Ziliak, investigador sobre pobreza de la Universidad de Kentucky, quien lideró el estudio de Feeding America, dijo que la inseguridad alimentaria comenzó a aumentar con la gran recesión de 2000, tuvo su pico en 2014, y no muestra señales de volver a los niveles previos a la recesión.

Mientras que adultos mayores de todos los niveles de ingresos pueden caer en el hambre, las tasas son más altas entre los adultos mayores pobres. Y más del 17% de los mayores de raza negra y el 16% de los hispanos (de todas las razas) viven con inseguridad alimentaria, comparado con menos de 7% de los adultos mayores de raza blanca.

Una serie de problemas se combinan para poner a esas personas mayores en una espiral descendente, dijo Lauri Wright, nutricionista certificada, quien preside el Departamento de Nutrición y Dietética de la Universidad del Norte de Florida. Las visitas a los mercados se vuelven más difíciles si no pueden conducir. Los medicamentos caros dejan menos dinero para la comida. Los problemas crónicos de salud física y mental debilitan la resistencia y dificultan cocinar. Pulgada a pulgada, las personas mayores hambrientas se van deteriorando.

E, incluso si no mata directamente, el hambre puede complicar una enfermedad y matar despacio.

La desnutrición debilita la inmunidad, que tiende a debilitarse naturalmente a medida que las personas envejecen. Una vez que comienzan a perder peso, es más probable que se vuelvan más frágiles y mueran en un año, dijo el doctor John Morley, director de medicina geriátrica de la Universidad de Saint Louis.

En junio, la Cámara Baja aprobó un aumento de $93 millones para los programas de nutrición del Older American’s Act, aumentando el financiamiento total en aproximadamente un 10% a $1,000 millones en el próximo año fiscal. En dólares ajustados a la inflación, eso es menos que en 2009. Además, todavía tiene que votarse en el Senado controlado por los republicanos, donde el aumento propuesto enfrenta barreras.

La representante Suzanne Bonamici (demócrata de Oregon), quien preside el Subcomité de Derechos Civiles y Servicios Humanos, espera que el panel aborde la legislación para la reautorización de la ley pronto.

“Estoy segura que la Cámara aprobará pronto un proyecto de ley sólido”, dijo, “y espero que el Senado también se mueva rápidamente para que podamos satisfacer mejor las necesidades de nuestros mayores”.

Mientras tanto, la necesidad de comidas a domicilio sigue aumentando cada año, aseguró Lorena Fernández, quien dirige un programa de entrega de comidas en Yakima, Washington.

Para Kim Daugherty, directora ejecutiva de la Aging Commission of the Mid-South, una llamada que recibió ejemplifica lo devastador del problema. La mujer en la línea le dijo a Daugherty que había estado en la lista de espera para recibir comida por más de un año.

“Señora, hay varios cientos de personas delante de usted”, le explicó Daugherty.

“Solo necesito que todos lo recuerden”, fue la respuesta inquietante de la mujer: “tengo hambre y necesito comer”.

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